Las madres no castradoras mantienen un vínculo incestuoso con sus hijos, pero disimulado porque evitan tener relaciones sexuales con ellos.
En otro artículo (1) les comentaba que las
madres castradoras son las mejores, a diferencia
de las no-castradoras que seguramente tienen
hijos apáticos, dependientes y quizá poco productivos y/o reproductivos (que no
desean alejarla para fundar una familia o que, si la fundan, la incluyen).
Aclaraba —y lo repito porque el vocablo induce
a confusión—, que una madre castradora no es la
que anula a su hijo cortando o atrofiando su aparato reproductor (acepción
literal), sino que es la que corta el
cordón umbilical, da un paso al costado, deja de ser invasiva, entrometida,
pegajosa.
Las madres no
castradoras y sus hijos, difícilmente se dan cuenta de si están pudiendo
desarrollarse plenamente o si —por el contrario— están inseparablemente unidos
con un vínculo infantil.
La vida familiar parece normal, las cosas
ocurren como siempre ocurrieron, el adulto que conserva intacto su cordón umbilical, puede decir «mi mamá
es como todas las madres, a veces un poco quejosa pero la quiero porque es mi
mamá, no deseo que se muera, me cuida con el mismo amor de siempre».
Si bien es
cierto que sienten horror hacia las relaciones sexuales incestuosas, las
practican todo el tiempo, evitando los aspectos genitales, pero conservando
todo los demás: convivencia, secretos, lenguaje con claves exclusivas, gastos
compartidos, mutua vigilancia de la salud, las amistades, las manías, las
extravagancias tolerables. Mantienen un pacto de exclusividad (celos),
igual que los matrimonios monógamos
comunes (exogámicos).
Estas
personas (madre con hijo, padre con hija, madre con hija, padre con hijo),
probablemente no tienen relaciones carnales ... pero sólo las evitan porque
tienen la sexualidad anulada o para imaginar que no conforman una pareja
incestuosa.
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