viernes, 6 de diciembre de 2013

Monogamia y castración psicológica

  
La monogamia obligatoria les asegura, a la madre dominante y a su nuera también sometida, un varón psicológicamente castrado.

Nadie, (y mucho menos una mujer), sabe qué es una mujer. El deseo que las mueve es desconocido.

Como esto es angustiante, una mayoría sale corriendo a buscar simplificaciones que tapen el vertiginoso agujero de la incertidumbre. El tapón clásico a esta pregunta es: Una mujer es una madre.

Esta respuesta puede servir por un tiempo. Cuando el hijo comienza a tener vida propia la mujer vuelve a ser alguien que no sabe lo que quiere. Como ninguna sabe lo que quiere, entonces es posible afirmar que no se la puede conocer...y mucho menos otra mujer.

Una mujer mentalmente sana acepta estas incomodidades. Entra y sale de la etapa maternal sin generar una conmoción en su entorno, pero cuando esta mujer no es tan mentalmente sana comienza a generarse una turbulencia (social, familiar) en su entorno, que parece muy natural hasta que ella desaparece y los que quedan perciben que hay más tranquilidad que antes.

En agricultura, quien tiene las semillas subordina a quien tiene la tierra. Debido a la actual manipulación genética, los terratenientes dependen de los laboratorios.

Paralelamente, gobernar al semental es gobernar a las mujeres.

El hijo varón de una madre dominante (es decir, mentalmente no muy sana), seguramente será educado con gran rigor y funcionará como un obediente esclavo porque ella administrará su existencia hasta que la muerte los separe.

Claro que la prohibición del incesto le causará una cierta dificultad a esta propietaria del hijo varón. La madre tendrá que encontrar la manera de que alguna mujer, preferentemente elegida por ella, se convierta en la esposa del varón.

La monogamia obligatoria asegura a la madre dominante y a la esposa un varón sumiso, psicológicamente castrado.

(Este es el Artículo Nº 2.103)


sábado, 9 de noviembre de 2013

Sobre la escasez y la abundancia


Quizá la escasez beneficie nuestra salud, pero la vida parece más placentera cuando podemos satisfacer nuestras necesidades y deseos.

Al escuchar uno de mis videos me oí decir que la manera más efectiva de estimular alguna actitud en el ser humano hay que prohibírsela y me refería más concretamente a todo lo que, desde hace milenios, venimos haciendo con la sexualidad.

En ese video decía que la prohibición del incesto y el tabú que obstaculiza el deseo sexual han sido muy eficaces para lograr que nuestra especie sea muy abundante en ejemplares, lo cual no deja de ser la mayor de las riquezas.

Si fuera procedente compararnos con las demás especies deberíamos reconocer que somos la más próspera del planeta, aunque no tenemos datos sobre en qué situación están los microorganismos cuyo censo nos resulta impracticable.

Pero no solo llevándonos la contra entre nosotros logramos optimizar nuestro desempeño. Es posible observar que los pueblos que habitan regiones muy prósperas y paradisíacas (estoy pensando en las zonas tropicales y fértiles), no lucen muy trabajadores y ambiciosos, mientras que los más activos están en las regiones donde la naturaleza es menos paradisíaca (estoy pensando en las zonas frías y menos fértiles).

Por lo tanto, cuando tenemos una vida fácil vivimos en la pobreza y cuando tenemos una vida menos fácil, la lucha por superar las dificultades impuestas por el medio nos llevan a tener mejor calidad de vida.

Quizá sea un error, pero parece más cómoda la abundancia que logramos con nuestro esfuerzo que la escasez que pueda imponernos un hábitat precario.

Quizá la austeridad sea desagradable, aunque indirectamente beneficiosa, pero parece más cómodo tener varios televisores, una casa con varios dormitorios y varios baños, contar con una casa para vacacionar, que cada integrante de la familia disponga de su automóvil.

(Este es el Artículo Nº 2.055)


Más realistas que el rey


Quienes parecen ser «más realistas que el rey» son disimulados transgresores de la prohibición del incesto y de otras obligaciones.

Los seres vivos tenemos muchas formas y comportamientos que nos diferencian: aves, mamíferos, peces, vegetales, microbios. La variedad es muy grande.

Los humanos, como los demás seres vivos, también tenemos características que nos diferencian del resto.

Una de esas características es que nos observamos con especial atención, sin que podamos afirmar que las demás especies también lo hacen.

Algunos dicen que los humanos nos prohibimos el incesto para formar parte de los grupos (¿manadas?) que creamos y que llamamos «cultura».

Los antropólogos confirman que, de una u otra manera, en todas las culturas existe este requisito fundamental: a los integrantes se les impide satisfacer un deseo muy intenso: copular con algún pariente (madre, padre, hermano).

Por lo tanto, para que podamos disfrutar de los beneficios de ser considerados humanos, debemos cumplir el requisito de abstenernos de satisfacer un deseo tan fuerte como es el de formar una pareja conyugal con un familiar directo.

Claro que no somos tan sumisos como para respetar esta prohibición y quedarnos muy tranquilos. Nuestra cabecita inquieta y transgresora no para de inventar estrategias para hacer trampa, eludir la prohibición, pecar, delinquir.

Es que el precio de ser admitidos en la sociedad humana no solamente es la prohibición del incesto, después nos agregan sobre-precios tales como son respetar la propiedad privada, la monogamia, no mentir.

Estos abusos de los administradores sociales de turno, (gobernantes, padres, Estado, religiones, empleadores, maestros), nos generan dudas, incertidumbre, ansiedad, disconformidad, deseos de aumentar los intentos transgresores.

Como forma de eludir los costos que se agregan a la prohibición del incesto, algunos transgresores-simuladores parecen prohibirse más de lo que se les pide. De ellos decimos que «son más realistas que el rey».

(Este es el Artículo Nº 2.045)


viernes, 6 de septiembre de 2013

Los hijos fundan nuevas familias



 
La prohibición del incesto provoca una molestia intolerable, pero las demás molestias padecidas en la patria suelen soportarse sin tener que emigrar.

Si usted destina algo más de un minuto para ver el video cuyo link agrego al final del texto, podrá observar el trabajo de los «empujadores»: personal del metro de Japón, donde, a ciertas horas, los pasajeros entran a presión en los vagones sobrecargados.

La mayoría de estos usuarios viajan incómodos, pero pagan por el servicio un valor correspondiente a condiciones más satisfactorias.

También podría decir que la mayoría de estos pobladores de Japón viven mal, desconformes con el esfuerzo que tienen que hacer para llegar a viejos y morir.

«En todas partes se cuecen habas» y, en todos los países, los humanos tenemos que sacrificarnos, esforzarnos, sufrir incomodidades, frustraciones, tener la sensación de que «alguien» está abusando de nosotros y que nos explota como a esclavos.

Por lo tanto, si usted tiene esa sensación quizá pueda recibir la dudosa buena noticia de que es normal, que su penosa situación está dentro de lo esperado, y que «mal de muchos consuelo de tontos».

Claro que, en este tema, no es fácil diferenciar a un tonto de un sabio, pues los sabios, por su condición de tales, SABEN que razonablemente no se puede esperar nada mejor.

La prohibición del incesto es una incomodidad creada por el ser humano que, por oponerse al instinto de conservación de la especie (instinto sexual), provoca el abandono de la casa paterna para fundar otra familia. Sin esa incomodidad, el deseo sexual podría satisfacerse sin asumir nuevos compromisos, sin formar nuevos clanes, liderados por jefes jóvenes y vitales que defiendan su territorio e, indirectamente, el territorio nacional.

Sin embargo, las molestias de vivir en el país de nacimiento suelen tolerarse sin tener que emigrar.

 
(Este es el Artículo Nº 1.987)

La prohibición como estímulo



 
Lo importante es que los adultos impongan prohibiciones a los jóvenes para que estos se apasionen investigando lo verdaderamente trascendente.

¿Cómo crecimos, nos desarrollamos, llegamos a ser adultos varones y mujeres capaces de gestar y criar a los ejemplares que nos remplazarán cuando muramos? Muy fácil: nuestros padres, ingenuamente, nos dieron todo lo que nos ayudarían y nos prohibieron todo lo que nos perjudicarían.

Con esa fórmula sencilla, lograron manipular nuestros intereses haciendo que nos despreocupáramos de lo que nuestros padres y maestros consideraban valioso e investigando como apasionados científicos todo aquello que nos prohibieron.

El escenario fundamental está dado por la gran prohibición del incesto. Este impedimento sexual está tan proscripto que ni se puede hablar de él.

Los adultos que colaboraron en nuestra formación temblaban de miedo si surgía algún indicio de sexualidad entre consanguíneos: padres con hijos, entre hermanos, tíos con sobrinos. Quizá los primos era el primer nivel de tolerancia a nuestra pasión incestuosa. Sin publicitarlos, la sexualidad entre primos hermanos no era escandalosa, pero si se podía evitar, mejor.

Todo cuanto trataron de enseñarnos se convertía automáticamente en poco interesante, aburridor, fastidioso. Por el contrario, cualquier indicio de información o estímulo prohibidos, (texto, imagen, película), nos atraía poderosamente.

¿Qué ocurre ahora?

No por casualidad los padres ya no saben qué hacer con Internet. Están preocupadísimos porque suponen que en las redes está el demonio y, para peor, aquel padre que era más idóneo con los asuntos sexuales, resulta que hoy es un pobre infeliz que no tiene ni la  menor noción sobre cómo poner en hora un reloj digital.

En suma: los padres actuales están sufriendo más que los antiguos, están desorientados, pero todo está bien porque los jóvenes reciben como antaño esos intentos de prohibición que los estimulan para crecer y desarrollarse.

(Este es el Artículo Nº 1.991)

domingo, 5 de mayo de 2013

Para algunos está prohibido trabajar




Para algunos es muy difícil conseguir un trabajo remunerado porque su inconsciente confunde trabajar con fornicar con los familiares.

Para poder platearles la idea que les comentaré a continuación debo decir que fornicar es un trabajo placentero, en el que la naturaleza nos paga un salario en forma de alivio de la tensión deseante y nos premia con la breve aunque inolvidable voluptuosidad de los orgasmos.

Nuestra «empleadora», (la Naturaleza), nos «emplea» para que produzcamos nuevos ejemplares que permitan la conservación de la especie. Hace lo mismo con el resto de los ejemplares de las demás especies.

La Naturaleza es una gran empresaria y dispone de una política de recursos humanos incuestionablemente exitosa.

Con ese trabajo que Ella nos encarga, nosotros producimos nuevos ejemplares de la especie, es decir, nos reproducimos.

En este contexto general, ocurre algo que padecemos solamente los humanos.

Quizá para intensificar la producción de humanos (re-producción), quizá para tener más soldados dispuestos a morir y engrandecer el afán imperialista de algunos líderes, en algún momento de nuestra historia más remota alguien se dio cuenta que prohibiendo la reproducción más accesible, es decir, la endogámica, la que puede realizarse con los propios integrantes de la familia, el deseo reproductivo es mayor, pues si alguien puede ser padre de un hijo fornicando con la madre o con la hermana, deseará fecundar cuatro o cinco fornicando con mujeres extrañas a su familia. Esta es una explicación de cómo surgió la prohibición del incesto.

Esta prohibición está vigente y es muy eficaz en casi toda la población más educada.

Como dije al principio, fornicar es un trabajo y para algunos es muy difícil conseguir un trabajo remunerado porque su inconsciente lo confunde con la mejor tarea, la de fornicar con quienes está prohibido, con los más amados, con los familiares.

La prohibición del incesto y el éxito de fracasar



 
Aquellas actividades que inconscientemente se encuentren estimuladas por los intensos deseos incestuosos, serán consideradas exitosas siempre y cuando fracasen.

Naveguemos dos o tres minutos en los mares del fracaso. ¿Qué nos muestra el paisaje?

Me llama la atención como para señalárselos, la proximidad emocional que existe entre el éxito y el fracaso.

Recordemos que este blog contiene artículos que analizan las posibles causas psicológica de esa pobreza material que es rechazada por quienes la tienen y este blog no contiene artículos que analicen los posibles móviles de quienes son más felices en la escasez, la austeridad y la pobreza.

Somos los únicos animales que tienen prohibido el incesto. Los demás ignoran este impedimento.

Los deseos incestuosos están presentes en todos, independientemente de que los hagamos conscientes como de que los ignoremos deliberadamente.

Como somos seres gregarios y dependemos para nuestra supervivencia de estar integrados a la sociedad, es un asunto de vida o muerte no transgredir la prohibición del incesto puesto nos expondría peligrosamente a ser expulsados de la sociedad.

Del conflicto entre este deseo incestuoso y la necesidad de no transgredir la referida prohibición, surge que para nosotros es un éxito fracasar en la satisfacción de ese deseo.

Este podría ser un buen motivo de por qué, como digo más arriba, existe tanta proximidad emocional entre el éxito y el fracaso.

De la tendencia ingobernable a pensar haciendo comparaciones (metáforas), surge que los deseos incestuosos prohibidos sean remplazados por otros deseos, tales como

— tener hijos con una persona que se parezca en algo al familiar que deseamos infructuosamente; o

— que tratemos de infringir otras prohibiciones, leyes, normas, reglamentos; o

— que pongamos en riesgo excesivo nuestra afectividad, nuestra integridad física o estabilidad económica.

En suma: Al fracaso de cualquier evento inconscientemente comparable al incesto, lo viviremos como un éxito.