viernes, 20 de julio de 2012

La sobrina del padre


El padre Cirilo era la persona indicada para la ocasión.

No solamente curó al comisario de un extraño maleficio —que no tardó en salir a la luz pública desde el prostíbulo donde se manifestara—, sino que era parte interesada.

Los ruegos a San Jorge no solo se harían con ese fervor y timbre de voz que cualquiera supondría del mismo de Dios (si hablara), sino que por ser un terrateniente dedicado al cultivo de maíz, necesitaba que lloviera cuanto antes.

Los agricultores habían soñado con un definitivo cambio de vida porque los campos explotaban de energía vegetal.

Muchos hicieron compras en la capital que se pagarían con la venta de la cosecha.

Esta sequía estaba marchitando los plantíos y hasta el alma de los más creyentes.

El nerviosismo del padre Cirilo era indisimulable. Los otros hacendados habían hecho importantes donativos para sostener la imagen del santo en la procesión.

Las devotas que necesitaban confesar sus malos pensamientos (celos, envidia, mentiras) no estaban conformes con el apuro. Preferían ser escuchadas con parsimonia, exponiendo los pecados con lujo de detalles.

Asimismo preferían la sanción severa, el mesurado horror del sacerdote, las interjecciones alarmadas ante la furia pecadora de las solteronas.

Durante estos preparativos la sobrina del cura lo había estado observando en su enérgico ir y venir. Varias veces pasó delante de ella haciendo sonar con estrépito algunas baldosas flojas del templo.

Aunque no tenía pensado confesarse, algo la indujo a hacerlo y se ubicó al final de la fila.

Cuando le tocó el turno a ella, la efervescencia religiosa para comenzar la procesión era desbordante.

Al ver que no llegaba, un hacendado fue decidido a interrumpir el sacramento pero encontró el confesionario vacío.

Buscaron en la iglesia y en la casa sacerdotal pero no se lo pudo encontrar.

Comenzaron los comentarios de la más variada fantasía, misticismo y dramatismo pero igual se inició la procesión con esa significativa ausencia.

Cuando se enfrentaron a la primera calle transversal vieron con asombro y temor una densa tormenta que se acercaba desde el norte.

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