martes, 24 de julio de 2012

Del dinero y del incesto, no se habla



Nuestra cultura no incluye una buena formación, ni hogareña ni escolar, en sexualidad y en el uso del dinero.

La vida en familia parece muy normal, muy simple, natural, pero esta sensación no hace más que complicarnos afectivamente.

Si por el contrario, todos estuviéramos de acuerdo que es más fácil convivir con los compañeros de trabajo, con los compañeros de estudio o con los amigos del club social, la vida familiar no sería tan perturbadora, pues ya tendríamos asumido que vivir bajo un mismo techo, con un tipo de confianza superior al que tenemos en otros ámbitos, donde la vestimenta y las actitudes son tan íntimas pero donde simultáneamente rige la fantasmal prohibición de vincularnos sexualmente (prohibición del incesto), eso sí que es difícil de sobrellevar... con el agravante de que cada uno cree ser el único que padece esa mortificación.

Lo repito con otras palabras: la convivencia en familia es difícil pero cada uno cree ser el único que padece esa dificultad.

Esta sensación de exclusividad ocurre porque de estas sensaciones no se habla. Dentro del hogar existen prohibiciones severas y ominosas (abominables, de mal agüero, execrables).

Son prohibiciones que resultan abrumadoras porque están asociadas a deseos sexuales muy intensos y son abominables porque no puede hablarse de ellas y, peor aún, nadie explica porqué existe tal prohibición. Parecería ser que todo el mundo tiene que «nacer sabiéndolo» y que la ignorancia del por qué, revela una anormalidad mental o moral, grave.

En este contexto se encuentran explicaciones de por qué los hijos no reciben de sus padres algún tipo de asesoramiento práctico de cómo manejar el dinero.

Observemos que ni en el hogar ni en la escuela está previsto que los niños reciban una clara, explícita y profunda formación sobre sexualidad y sobre el uso del dinero.

(Este es el Artículo Nº 1.603)

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