miércoles, 18 de julio de 2012

Los instintos ¿están para ser reprimidos?


La mayoría de los «opinadores» en temas psicológicos dicen que tenemos dos instintos principales: el de auto-conservación y el de reproducción (sexual). Una minoría agrega un tercer instinto que es el de poder (o apoderamiento).

Este último —del que se ha hablado menos—, se manifiesta por la fuerza que aplica el ser humano para cancelar sus necesidades, tratando de apropiarse de los objetos y personas que lo rodean.

Quienes agregan este tercer instinto se fundamentan en la visible actitud de los niños de llevarse cosas a la boca, de tomar entre sus manos, de mirar con avidez aquello que les llama la atención y que suponemos que desearían poseer. En la adultez se profundiza esta intención aunque se somete a las reglas de convivencia.

Claro que estos (supuestos) tres instintos después entran en conflicto con los mismos tres instintos de los demás. Acá surge la competencia y no todos logran satisfacer su instinto de poder (o apoderamiento).

Si fuera cierta esta suposición de los tres instintos, podríamos observar que en esa competencia de todos contra todos para ver quién logra satisfacer mejor sus instintos, observamos que la represión social se ejerce en el siguiente orden:

1º) El instinto más fuertemente reprimido es el de poder o apoderamiento. Una prueba de ellos es que son muy pocos los que toman decisiones y son pocos los ricos;

2º) El segundo instinto más reprimido es el sexual. Por algún motivo la mayoría de las colectividades condenan severamente el deseo sexual e imponen severas normas morales. Se prohíbe terminantemente el incesto y a la sexualidad fuera de una pareja monogámica se la considera inconveniente;

3º) Felizmente, el tercer instinto, el de auto-conservación, está siendo bien tolerado y nuestras colectividades no han decidido restringirlo.

Observen cómo el instinto 1º) más fuertemente reprimido puede ser una causa más (no la única) de nuestra pobreza.

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