viernes, 20 de julio de 2012

Mujeres pacificadoras


La prohibición del incesto, como Ley de los Hombre, tiene el máximo rango. Está por encima de la Constitución de cada nación.

No es una Ley de la Naturaleza. Para ésta la fecundación entre ejemplares de la misma familia ni está prohibida ni produce taras genéticas.

Si está en el máximo rango es porque la cultura tiene instituida esta prohibición en forma de tabú, es decir, que la transgresión a ese mandato no solo recibirá la peor sanción sino que además no se sabe exactamente cuál sería esta sanción ni tampoco se sabe por qué está prohibido el incesto.

En menos palabras: «cometer incesto es horroroso».

Con el intento de saber qué hay detrás de este tabú horroroso, algunos han postulado que no es una prohibición sino una obligación lo que acá está en juego.

La obligación consistiría en entregar las mujeres a otras familias (o tribus).

El origen de esta prohibición-obligación puede que sea económico.

En algún remoto pasado, las continuas guerras entre pueblos vecinos habrían terminado luego de haber pactado que nadie copularía con las mujeres del mismo clan sino que las entregarían vírgenes a las tribus vecinas.

Este acto daría por resultado que las enemistades se convirtieran en lazos familiares, mezclando la genética de uno y otro bando y gestando niños cuya mamá pertenecía a la tribu que antes era enemiga.

De este modo, habrían terminado conflictos muy costosos en vidas humanas y también en bienes de valor económico.

Pero además estos nuevos lazos permitieron que las tribus enemigas se asociaran a partir de este intercambio de mujeres posibilitando el crecimiento económico de ambos grupos.

En suma: La prohibición del incesto surge de una obligación para con otras familias o tribus y tiene un fin pacificador que favorece el crecimiento económico.

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