El antiguo testamento ya daba consejos sobre rentabilidad, aunque utilizando una alegoría apta para los lectores de aquella época.
Cuando oímos la palabra «fruta» recordamos el alimento que nos
proveen ciertas plantas y árboles.
Otro
significado, similar pero más abarcativo, nos sugiere la ganancia, el logro, el
resultado: «El fruto de nuestro esfuerzo».
Sabemos que
el prefijo dis- significa negación, carencia, ausencia (disnea [dificultad para
respirar], dislexia [dificultad para hablar], discordia [desentendimiento]).
Dejemos estos tres párrafos momentáneamente a
un costado y vayamos a la leyenda de Adán y Eva.
Esta historia bíblica (y otros textos muy
antiguos), intenta enseñar normas de conducta a pueblos muy primitivos, creyentes
en seres míticos (Dios), capaces de terribles castigos a los desobedientes.
En este contexto Dios acordó con Adán y Eva
que podían aprovechar todo lo que había en el frondoso y abundante paraíso,
siempre y cuando no comieran la fruta prohibida (manzana).
Nuestros abuelos (Adán y Eva), actuaron como
lo harían algunos que conocemos: Si la orden es «coman lo que quieran, menos esto», la curiosidad nos llevará a olvidarnos que tenemos todo un paraíso
para disfrutar e intentaremos hacer exactamente lo que menos nos conviene, eso
es, comer de la fruta prohibida.
La consecuencia ya todos la conocemos: Dios se
puso furioso y nos echó del paraíso, agregando el parto con dolor y tener que
transpirar para conseguir comida, como si la expulsión de la abundancia no
hubiera sido poco.
En suma: Si juntamos ambas ideas planteadas, podemos concluir que para
dis-frutar es precisos privarse (dis-) de lo prohibido (fruta).
Por ejemplo, tenemos que dejar que mamá se
quede con papá cortando el cordón umbilical, buscar otra mujer, formar una
familia y olvidarnos de las relaciones incestuosas.
Para dis-frutar es preciso abandonar,
renunciar, gastar, invertir. Asumir la
castración, diría un psicoanalista (1).
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario