La prohibición del incesto es algo que existe
hace miles de años y ya funciona sola.
Estimularemos la formación de familias.
Para eso, contaremos con el afán femenino de
tener hijos y su vocación de tenerlos reunidos en torno suyo para cuidarlos y
disfrutarlos.
Haremos propaganda para que los hombres dignos
y respetables, sean aquellos que mejor cuiden a su familia, los que sean
capaces de trabajar con todo el esfuerzo que haga falta para que a las madres y
a sus hijos, no les falte nada.
Endiosaremos a la mujer madre. La
convertiremos en heroina de nuestra patria.
El matrimonio heterosexual y monógamo, parte
de nuestro escudo, de nuestra bandera, figurarán en el himno.
Para agregarle mayor brillo a la familia como
célula social, pondremos la moral en su máximo nivel.
Haremos un culto a la ética, las buenas
costumbres, a la salud, al deporte, a la sexualidad exclusivamente
reproductiva.
Erradicaremos toda forma de prostitución,
homosexualidad, drogas y aborto. Las penas serán severísimas.
Al agregarle tanto prestigio a la figura
materna y a la familia, estimularemos un gran amor entre sus integrantes.
Como simultáneamente condenaremos toda forma
de corrupción, promiscuidad, prostitución y amoralidad, la prohibición del
incesto con el que contamos, hará que la agresividad de los nuevos ciudadanos
sea máxima debido a la frustración de sus deseos sexuales (estimulados y
prohibidos en la familia).
Como lo deseado y prohibido en la familia,
urge satisfacerlo en la segunda familia (la nación), los ciudadanos se convertirán en
ultra-nacionalistas, con un patriotismo exacerbado y fundamentalista, que
canalizaremos hacia las fuerzas armadas, preparando un plan de invasión,
conquista y anexamiento de los países vecinos.
Hitler, Mussolini y Stalin, ya lo hicieron.
Volvamos a intentarlo.
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