martes, 24 de julio de 2012

Cremación e incesto



Inconscientemente, la última voluntad de ser cremados al morir, implica transgredir la prohibición del incesto.

La muerte está vinculada a los temas económicos de varias formas, por ejemplo, por la herencia de los bienes y por los costos del velatorio y sepelio.

Los aspectos económicos de nuestra vida son mejor comprendidos que los aspectos psicoanalíticos.

Aunque es cierto que existe una especie de pudor respecto a los asuntos de dinero, también es cierto que existe una especie de incapacidad para entender la psicología profunda. De hecho es «profunda» precisamente porque estudia lo que está escondido, inaccesible, olvidado, rechazado, prohibido, reprimido.

Uno de esos temas molestos refiere a la muerte.

Según datos seguramente inseguros, crece la moda de ordenar la incineración o cremación de nuestro cuerpo al morir. Confío en que usted podrá confiar en lo que sabe según su propia experiencia, por lo que lee, le cuentan o ha pensado.

Listaré algunos motivos por los que esta práctica gana adeptos día a día.

Como digo más arriba, el argumento-pantalla es el económico pues podemos pensarlo y compartirlo socialmente sin avergonzarnos, mostrándonos racionales y hasta temerarios por hablar de nuestra propia muerte con una escalofriante indiferencia.

De más está decir que el aumento de la población cadavérica es eterno, porque los muertos no se renuevan sino que se acumulan. La ocupación de territorio para los cementerios tiene un límite y cada vez es más caro el enterramiento dada esta progresiva escasez de locaciones.

Me salteo algunos motivos psicoanalíticos (claustrofobia de la tumba, corrupción antiestética del cuerpo, purificar «la carne pecadora» mediante el fuego, cumplir la sentencia bíblica de que «…al polvo [cenizas] volveremos»), para comentar que nuestra última voluntad es transgredir la prohibición del incesto al pedir que nuestras cenizas (polvo) se esparzan (se eche) en la (madre) Tierra.

(Este es el Artículo Nº 1.617)

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