lunes, 23 de julio de 2012

Cirugía para deseos prohibidos


El deseo prohibido y mortificante puede estar representado inconscientemente por algún órgano que termina enfermándose y siendo extirpado quirúrgicamente.

El deseo es ese impulso que nos obliga a conseguir algo. Los más sencillos pasan desapercibidos: leer un libro que podemos comprar o leer en una biblioteca, volver a escuchar una canción que tenemos guardada en un DVD, pasearnos desnudos por dentro de la casa cuando casualmente todos se han ido.

Ninguno de ellos es peligroso, si no pudiéramos satisfacerlos tendríamos una molestia tolerable y son fácilmente postergables para una mejor oportunidad.

Pero algunos deseos son difíciles, exigentes, tiránicos y tan «caprichosos» que cuando no pueden cumplirse, en vez de resignarse, aplacarse, olvidarse, se «ponen de mal humor» y la insistencia entra en una escalada atormentadora.

Si una piedra en el zapato molesta (dicen que dentro del preservativo es aún peor), ciertos deseos se vuelven diabólicos, malignos, persecutorios.

La principal causa de estos deseos es la prohibición del incesto. Este amor frustrado por uno de los progenitores, por ambos o por algún familiar expresamente inaccesible, provoca tanto malestar que tiene que ser resuelto sea como sea, sin reparar en los costos, sin poder buscar serenamente la solución más eficaz, económica e inteligentes.

La solución menos mala, la más comúnmente utilizada es la represión del deseo incestuoso, volviéndolo inconsciente.

Cuando esto ocurre el sujeto no recuerda nada. Si alguien le dice que una vez deseó «casarse» con el padre o la madre, lo negará con total convicción y sinceridad.

Pero una solución más costosa es imaginar que ese deseo sexual prohibido pasa a estar representado por algún órgano.

Ese órgano (vesícula biliar, riñón, útero, apéndice o cualquier otro «prescindible») es imaginariamente erigido como representante del deseo prohibido.

Por eso se «enferma» (se inflama como un pene erecto) y termina siendo extirpado.

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