Cuando alguien se queja sin motivo conocido, probablemente
quiera demostrar que no disfruta transgrediendo la prohibición del incesto.
Las personas que se quejan, realmente están
mal, aunque ellas mismas crean que lo hacen para engañar a los demás.
Esto es similar a lo que ocurre con quienes
padecen hipocondría (Afección caracterizada por una gran
sensibilidad, tristeza habitual con preocupación constante y angustiosa por la
salud. (1))
Quienes están preocupados por su salud, no son
personas que se sienten mal a pesar de estar sanas, son personas cuya
enfermedad consiste en sentirse mal (perder calidad de vida) porque la
preocupación, la angustia y el miedo los atormentan.
Claro que todas las enfermedades son en última
instancia psicosomáticas, porque si aceptamos la definición de que somos una
unidad indivisible, entonces cualquier afección estará comprometiendo las
funciones psíquicas y todas las demás.
Puede ocurrir que alguien tenga un
padecimiento tal que sufra entre sus síntomas el estar quejándose sólo cuando
otros lo oyen. El mismo enfermo es parte del auditorio.
¿A qué puede responder esta conducta quejosa,
plañidera, disgustada?
Una causa bastante frecuente es la de
demostrar que no se está pasando bien, que no se está disfrutando de la vida,
que la vida no es placentera.
Como mencioné en otro artículo (2) el deseo
inconsciente de practicar el incesto (también llamada en psicoanálisis la «conflictiva edípica»), es muy perturbador porque seguramente evoca también la radical
prohibición que existe en nuestra cultura.
El mito de Edipo cuenta que el protagonista,
cuando se enteró que estaba casado con su madre por error, solo atinó a
castigarse quitándose los ojos.
Las personas que se quejan con frecuencia
están atormentadas por poderosas fantasías incestuosas. Quejándose imaginan y
publicitan que no están disfrutando de la transgresión que tanto temen realizar
(practicar el incesto).
(Este es el
Artículo Nº 1.551)
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