Consultante — Mi hija más chica es increíblemente
parecida a mi tía, con quien tuve una historia secreta digna de escribir una
novela.
Ella era la hermana menor de mi mamá y siempre fue de
vestirse y maquillarse como para filmar una película.
Aunque yo era 6 años menor, estuve locamente enamorado de
ella y casi toda mi actividad autoerótica estaba estimulada por su imagen, su
voz, sus gestos, su cuerpo.
Ese enamoramiento tuvo un fuerte tropiezo cuando nos
presentó a su novio. Un tipo común y corriente, empleado de comercio, un «don nadie» diría.
No tardé mucho en
suponer que ese casamiento no era más que una pantalla para que nuestro vínculo
se concretara en algún encuentro sexual como el que yo deseaba.
Ella no dejaba de
alentarme mirándome de una manera especial, caminando por delante mío para que
mi deseo no perdiera pasión, hablándome con una voz sensual que me hubiera
gustado grabarla para poder escucharla una y otra vez.
Fue pasando el
tiempo, naturalmente yo tuve que casarme también, por supuesto con alguien que
se pareciera a mi tía y fue así como mantengo esta relación con mi esposa
imaginando que estoy con mi verdadero amor.
Para mayor realismo
de mi deseo, mi hija más chica es un calco de mi tía.
Han pasado ya 12
años de su casamiento y 9 del mío, y yo siempre alentando la esperanza de que
algún día pudiéramos encontrarnos para descargar dentro de ella todo este
erotismo que nunca perdió intensidad, pero pasó lo que no tenía que pasar.
En una reunión
familiar tomé conciencia de que mi prima es la mejor amiga de mi adorada tía,
entonces, como quien no quiere la cosa, la llamé un día para hablar de bueyes
perdidos y cuando me pareció oportuno, le pregunté sobre el marido de mi tía,
ese «don nadie» que todavía seguía casado con la mujer más hermosa del planeta.
Y ahí sucedió lo
peor: mi prima me dijo con la mayor naturalidad del mundo que son una pareja
muy feliz, que ella no se cansa de hablar maravillas de su marido, que siempre
estuvo y sigue estando perdidamente enamorada de él.
Ahora no tiene
sentido que yo siga casado y la consulto porque no sé cómo encarar el divorcio.
Terapeuta — Se nos agotó el tiempo. Seguimos en la
próxima.
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