lunes, 23 de julio de 2012

Sindicato onírico


Hace meses que una junta médica integrada por psiquíatras decidió darme una licencia tan prolongada como sea necesario para que pueda recuperar mi contacto con la realidad en tanto hace meses que no puedo salir de mis fantasías.

Todo comenzó cuando elegí un relato que redacté hace más de cinco años, lo publiqué en el blog que destino a esos textos (1) y me olvidé del asunto.

Me olvidé por unos pocos días porque, como suele ocurrir, fui visitado en sueños por los personajes que en este caso son tres.

Lo que no suele ocurrir es que los personajes se me presenten en actitud corporativa, formando una especie de mini-sindicato, con algunas peticiones desusadamente pragmáticas aunque en realidad yo preferiría denominar «atrevidas e insolentes».

El relato conflictivo refiere a una señora que, para aproximarse sexualmente a su analista (también mujer), no tuvo mejor idea que contarle por teléfono un intento de violación que ella imaginó recibir de su hijo varón.

La protesta de los personajes gira en torno a que yo me dejé llevar por la prohibición del incesto que padecemos quienes no somos de ficción como ellos (los personajes).

El joven violador está muy ofuscado porque lo bauticé Zacarías y, según él, cuando forcejeó con la madre para quitarle la ropa interior, yo no permití que él pudiera desnudarla, pero irresponsablemente pretendí que fuera el propio joven quien estuviera destinado a ese fracaso porque el nombre «Zacarías» ya está anunciando que el chico «sacaría» esa ropa interior si no fuera tan inhibido.

Por su parte Zulma, la madre que imaginó la violación, protesta porque ella desea realmente a su único hijo. Ellos me señalan acusadoramente diciéndome que el complejo de Edipo mal resuelto lo tengo yo, no ellos.

Para terminar, Zulema, la psicoanalista, los apoya con vehemencia diciéndome que no tengo agallas para soñar ni siquiera cuando duerno, que ella también está frustrada porque los privé cobardemente de disfrutar un encuentro sexual entre los tres, que tan divertidos son para quienes tienen el coraje de ser libres y abandonar la posición de esclavos de los prejuicios y de la moral mojigata.

Seguramente mi censura onírica no pudo con todas estas peripecias y dejó de proteger mi descanso. Me desperté malhumorado y pensando que esta licencia por enfermedad va para largo.


(Este es el Artículo Nº 1.609)

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