El enamoramiento femenino es patológico aunque agradable. Por
nuestra parte, los varones reaccionamos adaptativamente a los estímulos que
ellas generan sin darse cuenta.
En otro artículo (1) describí una síntesis de
cuáles son las tres formas de enamoramiento femenino.
Esas tres manera son: atraída biológicamente
(instinto animal) por un varón, bajo presión (rapto), por conveniencia
económica.
El enamoramiento es un estado de alteración
mental que sería patológico si no fuera porque nuestra cultura prefiere
catalogarlo como saludable.
Es patológico porque toda pérdida de realidad
lo es y una persona enamorada padece una subversión de su escala de valores,
tiene alucinaciones (cree tener percepciones de objetos que sólo ella registra)
y su discernimiento queda descendido (razona con dificultad).
Casi todos los enamoramientos de una mujer se
dirigen a un varón.
Acá surge una primera confusión provocada por
el enamoramiento.
Ese varón de quien ella se enamora representa
en realidad a su madre porque todos la tenemos a ella como el único objeto de
amor.
Esto no es sabido porque dichos pensamiento no
llegan a la conciencia frenados por la necesidad de ser coherentes y
racionales.
El varón de quien ella se enamora es una mujer
con pene, voz grave y ciertas características que lo hacen parecer totalmente
distinto a la madre, pero la afectividad de la mujer enamorada apunta
directamente a su figura materna inconsciente.
Todo esto genera confusión en ella. Su
pensamiento lucha contra la prohibición del incesto, contra los deseos
homosexuales y contra su instinto de conservación, porque las transformaciones
corporales que sufre con el embarazo, son preocupantes, asustan y no puede
evitarlas porque las teme y las desea.
Por nuestra parte, los varones reaccionamos a
partir de lo que ellas deseen, hagan, decidan, excepto algunos psicótapas que
las secuestran, las someten por la fuerza e imaginan poseerlas realmente.
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