El ajuste de nuestra conducta social suele entrar en una escalada de reiteradas compensaciones cada vez más exageradas.
Para lograr la temperatura
adecuada del agua que usaremos para tomar una ducha, solemos beneficiarnos, sin
saberlo, de que el recurso hídrico es limitado.
Cada uno tiene su técnica:
algunos comienzan por abrir la canilla del agua fría para ir agregándole
temperatura abriendo la del agua caliente. Otros, por el contrario, comienzan
abriendo la canilla del agua caliente y tratan de bajarle la temperatura
agregándole agua fría.
Este proceso podría terminar
inundando un barrio entero si no fuera porque la cantidad de líquido del que
disponemos es limitado.
Para regular nuestros deseos
prohibidos aplicamos un procedimiento similar al que usamos para preparar agua
tibia, con el inconveniente que no contamos con el resguardo de la escasez de
recursos pues la capacidad de exageración de los seres humanos casi no tiene
límites.
Esta es la causa principal
de muchos dolores de cabeza, angustia y conductas que nadie entiende.
El hecho que provoca mayores
desajustes en esta búsqueda desesperada del agua tibia (sentimientos y
conductas equilibradas), es la prohibición del incesto.
Pondré un ejemplo de varón
porque me resulta más fácil de explicar tan sólo siendo autobiográfico.
— El niño desea a su mamá.
Primero la necesita por los cuidados que ella le brinda pero luego desea
casarse con ella.
— En este plan, el niño
quiere echar a su padre de la casa.
— La lucha es muy despareja
y el niño tiene que disimular su rechazo al dueño de casa.
— El pequeño duda si estará disimulando bien y comienza
a idealizarlo, hacerse amigo, quererlo.
— Siente que el padre
realmente es un enemigo. Piensa y desea ser violado por ese monstruo.
— Al percibirse con deseos
homosexuales, sobreactúa como muy macho, ...
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