Vulgarmente llamamos histérico/a a quien tiene una conducta que incluye actitudes exageradas o explosivas.
Cualquiera diría
que la ciencia sabe qué es la histeria porque es un padecimiento,
característica o enfermedad muy conocida.
Mucho me temo que
no sea así. Como las ciencias de la salud (psiquiatría, psicología,
psicoanálisis) no se ponen de acuerdo, es justo suponer que no saben
exactamente qué es o por qué se produce.
Dos mil años antes
de Cristo se opinaba que esas reacciones extrañas tenían su origen en un
problema del útero (hystera en griego).
Cuando se detectaron también en varones, debieron revisar la denominación pero
por algún motivo no lo hicieron.
Más aún, el término
«histeria» también es utilizado para describir ciertas manifestaciones
colectivas.
Dentro de esa
denominación genérica se incluyen reacciones que pueden parecer teatrales,
amnesias, parálisis transitorias, pérdidas de la visión también transitorias,
convulsiones.
Desde el punto de
vista del psicoanálisis, estos fenómenos tan espectaculares podrían ser
causados por un conflicto entre lo que el paciente desea y lo que puede
obtener.
Hay consenso en que
el eje principal corresponde a la sexualidad y más específicamente al complejo
de Edipo.
Por lo tanto acá
está en juego una de las grandes dificultades que tenemos los seres humanos (la
sexualidad y la prohibición del incesto).
El artículo
titulado Atracción fatal
incluye la hipótesis de que la infidelidad conyugal se produce como un intento
de satisfacer deseos incestuosos.
En suma: la prohibición
del incesto, por más que está totalmente aceptada por todos, es una
transgresión a las Leyes de la Naturaleza castigada
con fenómenos tales como la histeria o la infidelidad.
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