
Si analizamos brevemente las únicas misiones
(1) que tiene todo ser vivo, podemos establecer un orden:
1ª – La primera misión es conservarse a sí
mismo, con el inalcanzable objetivo de ser inmortales;
2º - La segunda y última misión es conservar
la especie, la cual sí es inmortal (2).
No olvidar que este es el orden de prioridades
en nuestra existencia nos permite saber en todo momento que el egoísmo es
natural, imprescindible, infaltable.
Expresado en forma más coloquial, un ser
humano abstracto, representante imaginario de todos nosotros, podría decir: «Primero estoy yo y después están
los demás».
Por razones
de convivencia esta fórmula no puede ser expresada libremente así como por
razones económicas (3), tampoco podemos satisfacer el deseo de hacer el amor
con personas de la familia (prohibición del incesto).
Estos
hechos nos causan un conflicto interno que nos quita fuerza, energía, productividad.
Efectivamente,
nos debilita pensar, sentir y desear algo y simultáneamente tener que
reprimirlo.
Sin embargo
este conflicto puede ser menos costoso, puede causarnos menos gasto inútil en
reprimirnos, si logramos entenderlo en su lógica.
Dicho de
otro modo: cuando alguien comprende la conveniencia de las leyes, puede
cumplirlas sin contrariedad porque esa comprensión hace que el ciudadano que
debe obedecer también se sienta legislador.
Comprender
las dificultades de la existencia nos genera el sentimiento de aprobación, de
concordancia, de asentimiento, pues todos cumplimos mejor las normas en cuya
implementación podríamos haber participado.
En suma: aunque siempre sentiremos alguna molestia
causada por las normas que nos restringen la libertad, nuestra calidad de vida
mejora sensiblemente cuando las comprendemos, cuando entendemos que constituyen
la mejor solución, cuando podrían haber sido legisladas e impuestas con nuestra
aprobación, si hubiéramos tenido esas responsabilidades de gobierno.
(1) La
única misión
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