Para educar a nuestros niños les imponemos fuertes dosis de frustración.
Por
ejemplo, el mayor anhelo de los niños es casarse y fundar una familia con su
mamá o su papá, pero para que salga desesperado a formar una familia propia, se
lo frustra negándole todo comercio sexual con quienes más lo desea.
Una de la
razones de la prohibición del incesto es ésa: frustrar al niño (o a la niña)
para que su deseo de conseguir un cónyuge sea máximo (1).
Los motivos
para que toda familia tenga por lo menos dos hijos son varios.
Uno de
ellos propone que lo ideal es tener una varón y una niña para que al morir los
padres, la humanidad cuente con dos ejemplares de reemplazo.
Otro motivo
muy popularizado era el de obtener colaboración en las tareas del hogar. Tener hijos
era una forma de gestar trabajadores.
En algunos
pueblos se pensaba que era bueno tener varios hijos para que cuando los padres
envejecieran, entre todos pudieran hacer aportes en bienes y servicios que les
aseguraran una vejez digna.
Ahora les
comentaré un motivo del que nunca he oído hablar.
La pareja
monogámica es propia de muchas culturas y genera serias dificultades en su estabilidad
porque los seres humanos no somos monogámicos por naturaleza y somos
transgresores por vocación.
En
particular los varones somos poligámicos. Las mujeres también, pero en menor
grado.
Cuando en
una familia nacen más de un hijo, se crean fuertes tensiones por celos. Todos
quieren ser los hijos únicos de mamá y papá.
Esta
frustración también es formativa de un desesperado anhelo por tener a alguien
en exclusividad, por sentirse únicos al menos para alguien.
(1) El
artículo titulado Mamá es demasiado fácil
es complementario de éste.
(2) En el
artículo titulado Conyuge
hay una sola
comento el tema de la pareja monogámica pero desde otro punto de vista.
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