martes, 4 de septiembre de 2012

El temor al fin de la prohibición del incesto



   
Quienes se escandalizan ante el fin de algunas prohibiciones, lo hacen porque inconscientemente creen que también finalizará la «prohibición del incesto».

En Uruguay estamos discutiendo (año 2012) dos temas muy importantes: la despenalización del aborto y la legalización de la comercialización de la marihuana para fines recreativos, es decir, no necesariamente medicamentosos como ya está autorizada en varios países.

Son dos temas muy polémicos, que convocan defensas y ataques apasionados.

Lo que se está discutiendo es abandonar la doctrina del prohibicionismo, que consiste en reprimir severamente aquellas prácticas que se consideran dañinas para los ciudadanos y para la sociedad.

En los Estados Unidos tuvimos el ejemplo más popular referido a la prohibición de la comercialización y consumo de bebidas alcohólicas y que, para mejor manejo de los medios de prensa, se la denominó metafóricamente «Ley seca» (1).

Hago mención a este manejo de los medios de prensa porque todas las prohibiciones son las proveedoras del material con el que los periodistas llenan páginas y minutos de televisión y radio, en los diferentes medios de comunicación.

No escapa entonces al fenómeno, que las prohibiciones tienen un gran beneficio concreto, esto es, darle ocupación a millones de trabajadores en todo el mundo.

Sin embargo, las prohibiciones no son efectivas. El prohibicionismo solo favorece a los delincuentes.

Con sentido del humor podríamos decir que:

Los métodos violentos son tan contraproducentes que no sería mala idea prohibirles a los jóvenes que estudien, que trabajen y que limpien su dormitorio.

Con similar criterio, quizá fuera ventajoso obligarlos a tener sexo, a masturbarse, a mirar televisión, a jugar, a hablar por celular y a consumir «drogas divertidas».

Ahora seriamente digo: las personas que se escandalizan ante el fin de algunas prohibiciones, lo hacen porque inconscientemente creen que también finalizará la «prohibición del incesto».

 
(Este es el Artículo Nº 1.673)

La inutilidad práctica del estudio




El fracaso escolar, masivo, alarmante, ocurre porque nadie sabe explicar a los estudiantes por qué tienen que aprender conocimientos claramente inútiles.

Para poder tomar vino, tenemos que sacarlo de su botella; para poder comer bananas tenemos que quitarles la cáscara y para poder aprovechar la energía de las nuevas generaciones, tenemos que sacarles todo el narcisismo posible.

El narcisismo es una especie de ceguera funcional. Aunque disponemos de los cinco sentidos desde muy pequeños, no empiezan a comunicarnos con el mundo exterior hasta muy tarde.

Seguramente existen personas que fallecen con cien años, que no lograron su máximo desarrollo cognitivo, es decir, todas las potencialidades de entender el cuerpo propio, el cuerpo de los demás y al resto de la naturaleza de la que formamos parte.

La filosofía predominante en nuestras culturas occidentales, apela a la violencia en gran medida. Hasta los más subdesarrollados saben aplicarla.

Cuando no logramos que el niño vea lo que está mirando, que oiga lo que está escuchando, tratamos de aumentar los estímulos correspondientes agregándoles algo de dolor (como si fuera un condimento): le pegamos, le gritamos, le privamos de lo que más desea.

Uno podría preguntarse: ¿Por qué a los niños y jóvenes les cuesta tanto interesarse por el entorno? ¿Por qué son tan malos estudiantes durante la escuela y el liceo?

Hasta donde puedo entender, hacen eso porque son realmente inteligentes, sanos, normales. Si no actuaran así, habría que dudar de ellos.

Un ser humano sano, inteligente y normal,

— le presta más atención a lo que más le gusta;
— responde a los estímulos específicos que necesita;
— es razonable y pregunta, pide explicaciones, negocia;
— se resiste al autoritarismo.

Nuestra cultura no puede explicar:

— por qué la prohibición del incesto (1);
— para qué hay que tener conocimientos de utilidad desconocida.

 
(Este es el Artículo Nº 1.664)