miércoles, 7 de mayo de 2014

El corazón de la personalidad



 
Cursamos tres tipos de experiencias infantiles que justifican en gran medida que en la adultez caigamos en pérdidas de la autoestima, que desconfiemos del amor que sentimos y del amor que nos dicen que inspiramos, que tengamos una visión depresiva de lo que es vivir y de lo que es procurar darle vida a nuevos ejemplares de la especie.

Muchas personas creemos que la infancia es una etapa de nuestra vida en la que se diseñan y determinan muchas particularidades de lo que será nuestra personalidad.

De hecho, el psicoanálisis hace hincapié en las peripecias vividas en aquella época y cuando el paciente puede recordarlas y resignificarlas, (entenderlas con la mentalidad adulta), se producen cambios significativos en la psicología del individuo.

 Como siempre ocurre, lo importante pasa a ser lo que genera malestar y deja de ser interesante todo lo bueno que vivimos en aquella época.

Vale la pena recordar tres tipos de experiencias:

1) Nuestro tierno amor hacia nuestros padres, era sano, genuino, lo mejor de nosotros, pero cuando pretendimos casarnos con nuestra mamá o con nuestro papá, sentimos una reprobación dolorosa, injustificada, lacerante.

Casi nadie tuvo la suerte de que le explicaran por qué no era bueno fundar una familia con un familiar. La ignorancia de los padres sobre cuáles son los motivos de la prohibición del incesto los convirtió en necios, violentos, brutales y eso nos convenció de que nuestros sentimientos amorosos son peligrosos por naturaleza, porque sí, sin explicaciones. Para casi todos quedó la idea de que debemos desconfiar de nuestras mejores intenciones. Nuestra primera propuesta amorosa fue rechazada impiadosamente.

2) Toda nuestra sabiduría innata se encontró con que nuestros seres queridos no la validaron, nos mandaron a la escuela a reaprender lo que los adultos dominantes creían. Nuestra sabiduría fue desacreditada, despreciada, algunos hasta se burlaron de ella. En la escuela se nos dijo cuáles eran las creencias valiosas y, en los hechos, nos dijeron que nuestros conocimientos no sirven.

Con esta historia es lógico que algunos adultos tengan rechazo a estudiar, desconfianza de los maestros y de los profesores, fobia a los libros, terror a rendir examen. En este estado, los conocimientos son fuente de dolor, de vergüenza, de rechazo, de heridas a nuestro amor propio.

3) Los humanos somos egoístas, tenemos que serlo de tan pobres y vulnerables que somos. Al niño se lo educa, adiestra, disciplina para que no sea egoísta, para que preste sus juguetes aun a quienes él no ama.

Es probable que los adultos seamos tan mezquinos, aunque hipócritamente solidarios y caritativos, porque alguna vez fue violado nuestro instinto de conservación obligándonos a desprendernos de lo que más deseábamos conservar. Estas traumáticas experiencias nos hicieron hipócritas, mentirosos y avaros que disimulan su avaricia.

Estos tres tipos de experiencias infantiles justifican en gran medida que en la adultez caigamos en pérdidas de la autoestima, que desconfiemos del amor que sentimos y del amor que nos dicen que inspiramos, que tengamos una visión depresiva de lo que es vivir y de lo que es procurar darle vida a nuevos ejemplares de la especie.

 (Este es el Artículo Nº 2.207)

La normalidad de los deseos incestuosos



 
Gran parte de la angustia que nos acompaña a lo largo de toda la vida está provocada por no poder hablar de cómo vivimos los inevitables deseos incestuosos.

El tema del incesto, y su prohibición, es difícil de tratar precisamente porque así está planteado en nuestra cultura: se lo prohíbe pero sin dar explicaciones.

Algunos se han inventado una explicación seudo-científica asumiendo como fundamento que la descendencia gestada en esos términos es defectuosa o monstruosa. Esto no es cierto. Otros han recurrido a considerar que se trata de una imposición hecha por Dios.

Lo preocupante de esta situación casi universal refiere a que, por no poder comentar los deseos incestuosos, terminamos creyendo que solo están en cada uno de nosotros, como si fuéramos los únicos enfermos capaces de tener deseos tan desnaturalizados.

Pretendo compartir con usted que todos sentimos alguna vez deseos de formar una familia con un ser muy querido, que además era un familiar en primer o segundo grado (padres, abuelos o hermanos).

Si bien aceptamos de buen grado el sentimiento de amor, rechazamos ferozmente la sexualidad entre ciertos grados de parentesco.

Lo importante es saber que:

1) No existe acuerdo sobre cuál es la causa de esta norma cultural. Por lo tanto podemos asegurar que existe la prohibición pero no sabemos por qué;

2) Así como no están prohibidos los deseos de matar o de robar, tampoco están prohibidos los deseos de cometer incesto, lo que sí están prohibidos son los actos. Por lo tanto, todos podemos desear lo que queramos pero lo que no podemos es matar, robar o cometer incesto;

3) Es importante saber que todos tenemos estas intenciones y que solo una minoría cede a ellas y las actúa. De tal forma que son normales esos deseos y no tenemos por qué olvidarlos, desconocerlos, negarlos, pues las únicas que serán castigadas serán las acciones delictivas;

4) La prohibición del incesto es un caso especial porque no podemos comentarla. Por esta imposibilidad de socializar nuestros sentimientos, estos se convierten en verdaderas bombas de tiempo, que nos llenan de dudas, de baja autoestima, de inseguridad sobre todos nuestros gustos, deseos, intenciones, sentimientos. Este silencio arbitrariamente impuesto quizá sea la causa principal de la angustia que nos acompaña toda la vida.

 (Este es el Artículo Nº 2.206)

La conflictiva edípica y el capitalismo



 
Las personas voluntaristas, que afirman «Querer es poder», no hay resuelto aun su conflictiva edípica, esto es, no acepta de buen grado la prohibición del incesto.

El psicoanálisis no es una técnica aceptada entre personas que desean enriquecer.

El capitalismo se característica por la competencia feroz, es un sistema de convivencia en el que todos luchan contra todos, tratando de apoderarse de la mayor cantidad de territorio, dinero, bienes, derechos, servicios.

¿Por qué esto funciona? Solo para simplificar, respondo que funciona gracias a la conflictiva edípica, esto es, son mejores capitalistas quienes peor soportan la frustración sexual que les impuso la prohibición del incesto.

Dicho de otro modo: son capitalistas mejor adaptados al sistema y potencialmente más exitosos aquellos que nunca terminen de aceptar que algunas cosas no pueden hacerse, porque están prohibidas, porque la sociedad lo ha determinado así.

A los reyes de la intolerancia a la frustración se los reconoce porque se enorgullecen diciendo «Querer es poder». Estas personas no han logrado aceptar que algunos no podrán ser sus objetos sexuales por más que ellas lo deseen.

Esta intolerancia ante las dificultades, ante las prohibiciones, ante las imposibilidades materiales, los convierten en obsesionados, capaces de hacer cualquier cosa, legal o ilegal, moral o amoral, con tal de satisfacer su capricho.

La irracionalidad de estos voluntaristas necios llega al nivel biológico: pueden negar, por ejemplo, que la madre no tiene pene. Pueden creer que el clítoris algún día crecerá para convertirse en pene.

De más estaría señalar el estado de desesperación en el que viven quienes tienen mal resuelta la conflictiva edípica. Como menciono en este video y artículo, si esa desesperación edípica se canaliza hacia la satisfacción indirecta, por ejemplo, quienes no admiten la prohibición del incesto quieren ser los dueños del mundo, pueden dedicar insólitos esfuerzos a enriquecer, y eventualmente lo logran; pero eso sí, aquellos que han logrado resolver lo que les causa esta desesperación, no tendrán la dedicación suficiente.

En suma: quienes no están dispuestos a respetar la prohibición del incesto podrían convertirse en personas muy ricas, así como quien están dispuestas a respetarla quizá tengan una actitud menos ambiciosas, menos desesperada, de resultados menos espectaculares, pero sí tendrán una vida más tranquila, saludable, con menor consumo de medicamentos.

(Este es el Artículo Nº 2.182)

La invasión territorial



 
Planteo como hipótesis que la prohibición del incesto es una norma necesaria para mejorar la actividad bélica de los pueblos invasores.

Estoy pensando que para explicar este tema serán necesarios varios videos con sus artículos complementarios.

El objetivo de tratarlo es mucho más fácil de explicar: si nosotros aceptamos recibir una orden tan importante como es la de no tener vínculo carnal con nuestros primeros objetos de amor, (padres, hermanos), necesitamos, como mínimo, alguna explicación que justifique una prohibición tan frustrante.

Desde hace milenios aceptamos esta norma inexplicable y no ha pasado nada grave, excepto que los humanos nos hemos criado en un estado de sumisión casi invalidante de nuestro intelecto, de nuestra capacidad crítica, de nuestra libertad creativa.

Para nada propongo que algún día terminemos con la prohibición, pero sí necesitamos revisar los justificativos de esta norma, tan esencial en nuestro desarrollo mental, psicológico, afectivo, sexual.

Estoy seguro que el ser humano puede llegar mucho más lejos en su desarrollo; es casi seguro que si comparamos la potencialidad estimada de nuestra inteligencia con los logros obtenidos, salta a la vista que podríamos haber crecido mucho más de lo que hemos crecido.

En este artículo les comento algo de lo que digo en el video de igual título.

Propongo pensar que esta prohibición existe porque antiguamente era necesario que los guerreros invasores pudieran violar a las mujeres de los territorios conquistados, para dejarlas embarazadas e instalar así una nueva generación de descendientes de los invasores.

Los varones, en condiciones normales, no tienen una erección si no son estimulados por la mujer que los desea como padres de sus hijos. Las mujeres violadas difícilmente estimulen a sus raptores. Por lo tanto, los militares deberán haber sido frustrados en sus deseos sexuales hacia la madre y las hermanas para que, ante una mujer que se opone al coito, lograr una erección imaginando que la cautiva es la madre o la hermana.

En suma: la prohibición del incesto pudo haber sido implementada para que los guerreros desearan a las mujeres de su familia, no pudieran satisfacer ese deseo y luego pudieran violar a las mujeres de los pueblos conquistados, imaginando que estas eran sus familiares prohibidos.

En tiempos de paz, esa frustración siempre se resolvió mediante la profesión más antigua: la prostitución. Un varón puede tener una erección con una prostituta si imagina que ella es su madre o su hermana. Sin esta fantasía, difícilmente podría penetrarla.

De manera aún más resumida: la prohibición del incesto es una norma necesaria para mejorar la actividad bélica de los pueblos.

(Este es el Artículo Nº 2.199)

La prohibición del incesto y Dios



 
Tener que aceptar la infundamentada prohibición del incesto y la indemostrable creencia en Dios, hace que nuestro cerebro sea considerado un órgano defectuoso, en el que no podemos confiar. Esto explica por qué tantas personas son pobres porque no tienen capacidad para ganarse la vida.

Somos educados para ser pobres y esa educación quizá sea de las más efectivas, porque nos llegó por el lado del autoritarismo.

Cuando un niño pregunta por qué no puede tocar a la hermana y dónde está Dios, se le dan respuestas descabelladas, insólitas, y fundamentalmente erróneas.

En esos temas tan importantes como son la sexualidad y la noción de cómo es la realidad en la que tenemos que actuar, recibimos órdenes injustificadas o explicaciones indemostrables.

Esto nos sume en el primitivismo, en la obediencia de esclavo. Nos imponen ideas, que a todas luces son arbitrarias y seguidamente se nos amenaza con severos castigos, ya sea si transgredimos la prohibición o si desconocemos a Dios.

Es una educación humillante en la que se nos confirma que nuestro intelecto, nuestro cerebro, funcionan mal.

Para cualquiera es normal que si el cerebro falló una vez, por ejemplo, en no entender por qué una niña no puede tener hijos con el hombre que más ama pues, casualmente, es el padre y luego falla otra vez porque no logra entender qué es eso de Dios, quien nos mira sin que podamos verlo, quien nos oye sin que podamos oírlo y otras asimetrías por el estilo, si el cerebro nos falla en dos ocasiones tan importantes, es normal que dejemos de creer en nuestras ideas, en nuestras opiniones, en nuestras decisiones, en nuestros sentimientos, en nuestras percepciones sensoriales.

La inseguridad que nos provocan estas dos arbitrariedades impuestas por la fuerza, nos predispone a no ser capaces de ganarnos la vida, a no ser capaces de ofrecer nuestro trabajo, a no animarnos a negociar un salario, a no saber buscar con quien formar una familia, a temer que nuestros consejos perjudiquen a nuestros hijos.

En suma: estas dos groseras irregularidades vigentes en nuestra cultura (prohibición del incesto y Dios), forzosamente generan civilizados particularmente inseguros, emocionalmente inmaduros e intelectualmente subdesarrollados.

(Este es el Artículo Nº 2.177)