domingo, 5 de mayo de 2013

Para algunos está prohibido trabajar




Para algunos es muy difícil conseguir un trabajo remunerado porque su inconsciente confunde trabajar con fornicar con los familiares.

Para poder platearles la idea que les comentaré a continuación debo decir que fornicar es un trabajo placentero, en el que la naturaleza nos paga un salario en forma de alivio de la tensión deseante y nos premia con la breve aunque inolvidable voluptuosidad de los orgasmos.

Nuestra «empleadora», (la Naturaleza), nos «emplea» para que produzcamos nuevos ejemplares que permitan la conservación de la especie. Hace lo mismo con el resto de los ejemplares de las demás especies.

La Naturaleza es una gran empresaria y dispone de una política de recursos humanos incuestionablemente exitosa.

Con ese trabajo que Ella nos encarga, nosotros producimos nuevos ejemplares de la especie, es decir, nos reproducimos.

En este contexto general, ocurre algo que padecemos solamente los humanos.

Quizá para intensificar la producción de humanos (re-producción), quizá para tener más soldados dispuestos a morir y engrandecer el afán imperialista de algunos líderes, en algún momento de nuestra historia más remota alguien se dio cuenta que prohibiendo la reproducción más accesible, es decir, la endogámica, la que puede realizarse con los propios integrantes de la familia, el deseo reproductivo es mayor, pues si alguien puede ser padre de un hijo fornicando con la madre o con la hermana, deseará fecundar cuatro o cinco fornicando con mujeres extrañas a su familia. Esta es una explicación de cómo surgió la prohibición del incesto.

Esta prohibición está vigente y es muy eficaz en casi toda la población más educada.

Como dije al principio, fornicar es un trabajo y para algunos es muy difícil conseguir un trabajo remunerado porque su inconsciente lo confunde con la mejor tarea, la de fornicar con quienes está prohibido, con los más amados, con los familiares.

La prohibición del incesto y el éxito de fracasar



 
Aquellas actividades que inconscientemente se encuentren estimuladas por los intensos deseos incestuosos, serán consideradas exitosas siempre y cuando fracasen.

Naveguemos dos o tres minutos en los mares del fracaso. ¿Qué nos muestra el paisaje?

Me llama la atención como para señalárselos, la proximidad emocional que existe entre el éxito y el fracaso.

Recordemos que este blog contiene artículos que analizan las posibles causas psicológica de esa pobreza material que es rechazada por quienes la tienen y este blog no contiene artículos que analicen los posibles móviles de quienes son más felices en la escasez, la austeridad y la pobreza.

Somos los únicos animales que tienen prohibido el incesto. Los demás ignoran este impedimento.

Los deseos incestuosos están presentes en todos, independientemente de que los hagamos conscientes como de que los ignoremos deliberadamente.

Como somos seres gregarios y dependemos para nuestra supervivencia de estar integrados a la sociedad, es un asunto de vida o muerte no transgredir la prohibición del incesto puesto nos expondría peligrosamente a ser expulsados de la sociedad.

Del conflicto entre este deseo incestuoso y la necesidad de no transgredir la referida prohibición, surge que para nosotros es un éxito fracasar en la satisfacción de ese deseo.

Este podría ser un buen motivo de por qué, como digo más arriba, existe tanta proximidad emocional entre el éxito y el fracaso.

De la tendencia ingobernable a pensar haciendo comparaciones (metáforas), surge que los deseos incestuosos prohibidos sean remplazados por otros deseos, tales como

— tener hijos con una persona que se parezca en algo al familiar que deseamos infructuosamente; o

— que tratemos de infringir otras prohibiciones, leyes, normas, reglamentos; o

— que pongamos en riesgo excesivo nuestra afectividad, nuestra integridad física o estabilidad económica.

En suma: Al fracaso de cualquier evento inconscientemente comparable al incesto, lo viviremos como un éxito.

Las prohibiciones y los castigos estimulantes


Así funciona nuestra psiquis. Por eso las leyes prohibitivas estimulan eso que prohíben y los castigos los estimulan aún más.

La sabiduría popular dice que «los humanos somos hijos del rigor» y es cierto, solo que como nuestra cultura sostiene el prejuicio según el cual las verdades son verdades exclusivamente cuando están expresadas con un registro de habla doctoral, académico y pomposo, pensamos que esta aseveración es una opinión, un chisme o simples cosas que la gente repite.

La expresión popular «somos hijos del rigor» podría expresarse diciendo que la psiquis está dinamizada por la represión, o que la energía humana depende en gran parte de las inhibiciones impuestas por la sociedad, o que la intensidad del deseo depende de los obstáculos que se oponen a su satisfacción.

Como los humanos psicólogos y no psicólogos intuimos que esto es así, los humanos ingenieros inventaron las represas hidroeléctricas que no son otra cosa que una metáfora de la represión psicológica.

Efectivamente, el freno interpuesto artificialmente al caudal de agua que fluye por la cuenca de un río, es una forma de represión, es la metáfora de la prohibición del incesto.

Lo repito sin la metáfora: la prohibición del incesto es un freno interpuesto artificialmente al deseo sexual al solo efecto de potenciar su intensidad.

Esta prohibición equivale al muro que atraviesa un río para que la acumulación de agua (deseo) genere consecuencias beneficiosas para quienes lo construyeron.

Como vemos, si prohibimos cierta expresión de la sexualidad provocaremos un incremento de esta función, con lo cual, cada individuo, en lugar de tener uno o dos hijos con su madre o con su hermana quizá tenga seis o siete con cualquier otra mujer.

Así funciona nuestra psiquis. Por eso las leyes prohibitivas estimulan eso que prohíben y los castigos los estimulan aún más.

(Este es el Artículo Nº 1.873)